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viernes, 13 de abril de 2018

El amor después del amor.

Me decías que era afortunado por vivir a los pies de la playa, pero no tenias idea que mi fortuna residía en el café de tus ojos que se volvían de miel cuando el sol te daba de frente. Y que no me cansaba de estar celoso de esos muchachos, que como colibríes aleteaban alrededor de tu sonrisa florecida. No me diste el tiempo para confesarte que tus manos eran gigantes y tus abrazos infinitos porque cuando quise acordar, entre tanto desvelo y fantasía, te encontré con la mirada ennegrecida y la sonrisa marchita, diciéndome que ya no querías quererme, y un montón de excusas que no engañaban a nadie. 
Pensar que pasaba las horas observándote para tratar de conocerte un poco más, y esperar por esa carcajada que a tu perro hacia corcovear de emoción. Así como cuando ansioso fotografiaste a cada hora el florecer  de tu cereus ¿te acordás? Así espero yo en esta distancia que impusiste, pero no te espero a ti, espero a ver por tus logros que tanto anhelas y por los que me dejaste a un lado, porque  el amor consciente que emana de mis adentros te envuelve y bendice a lo lejos, y nunca me sentí tan así, como en el amor después del amor que por fin lo entiendo y también entiendo que no se amar más que en libertad y que por mucho que lo intente no puedo amurarme en los estrechos muros de una relación, que nací para desde más acá, ver lo que sucede más allá, y desde ese lugar ejercer el amor y sentir esta plenitud que me caracteriza y por fin soy yo mismo nuevamente. Aunque gracias por esta experiencia, que me ha enseñado lo que no quiero, y al mismo tiempo me volvió en el tiempo y me dio la oportunidad de la autenticidad, y que esta  noticia es para mi como esa primera ola del océano con la que hacemos contacto, sabemos que está helada, sábelo que va a doler, pero también sabemos que significa frescura y limpieza, y nos dejamos azotar por la ola de verdad, que nos hace bicho bolita contra la arena y cuando emergemos ansiosos por oxigeno, liberamos esa risa inevitable de vergüenza y diversión. Tu fuiste esa ola, y yo soy la sonrisa. Tu antes y yo, ahora.

sábado, 7 de abril de 2018

Apatía

Hoy me crucé con los ojos azules por los que me deshacía con cada mirada.
Pero no sentí nada. Entre toda la gama de sentimientos la absoluta nada fue lo que se presentó.
En cambio, por la otra parte note nerviosismo e incomodidad, como tratando de salvar la situación hizo el intento por saludarme, a lo que le di vuelta la cara.
Ahora me encuentro frente a mi orgullo pidiéndome explicaciones.
Porque no sentí ni siquiera ese gusto amargo que sentí cuando en un intento de borrar nuestras fotos noté que no teníamos ninguna. Que todo el tiempo hice un esfuerzo por ver el vaso medio lleno y que siempre estaré en deuda conmigo mismo por todo el cariño que arroje al vacío, como a una bolsa sin fondo. No es que esperara que retribuyera los sentimientos, con que los aceptara era suficiente, pero no fue el caso, porque después de todo éramos novios.
Todos generamos reacciones de diferentes tipos en los demás, pero el no hacerlo habla muy mal de alguna de las dos partes, por quien hizo el daño, o por quien se encuentra apático. Pero quien hizo el daño no hacía mas que aprender a caminar en la vida. En cambio el apático en el fondo puede pecar de resentido y orgulloso. De todas formas me jure que no sería como él jamás, y verlo me recuerda que prometí convertirme en la persona que quiero a mi lado, que algunos nacimos para caminar solos, y no por rebeldía ni promiscuidad, sino porque somos conscientes de lo que generamos y también sabemos que no podemos contenernos en la pequeña dimensión que establecen las relaciones tradicionales.


martes, 3 de abril de 2018

La casa del corazón

Debo pedir perdón a muchas personas.
Sobre todo a mí mismo.
A mi mismo por dejar que fracture mi espíritu alguien sin uno propio, y por dudar por un segundo, de esta seguridad que precede mi paz.
A mi alter ego por opacar su sonrisa para complacer a otros, y ponerle una piedra sobre la cabeza a su curiosidad.
Al amor propio.
A las caricias que desperdicié  en un montón de cuerpos vacíos.
A mis ojos por colmarlos de alegría cada vez que te veía (cada vez que te veo)
A los abrazos en los que nunca me contuve, como cuando el recipiente es demasiado pequeño, me he derramado inconsciente y constante sobre tu pecho hirviendo y tus palabras sensatas.
Le pido perdón a tu madre, por devolverle el abrazo y la sonrisa. Porque ambos estábamos felices de que existiéremos.
He vuelto a escribir, entre otros.
Así que también gracias.
Gracias porque me tomaste roto y me devolviste entero. Me enseñaste a tu manera, a reciclar el amor, y que no es aquel espejismo que nos llena de goce, sino aquellos muros con los que tenemos que enfrentamos para poder crecer. Porque La Paz que identificaba en Tu mirada no era más que el reflejo de mi alma supurando de amor.
Entre el pedir perdón y dar las gracias me voy moviendo con mucha cintura, y entiendo de esta forma, que este corazón no es más a que una casa llena de habitaciones  con una estufa de piedra que siempre está encendida. A veces quema, y no se le puede estar cerca y a veces no se puede salir de ella. Así que a esta casa siempre le encontrarás las puertas y ventanas abiertas con el viento limpiando, surcando la heridas que otros han dejado.
¿Por qué? Porque hoy te vi a lo lejos y los ojos se me iluminaron y la sonrisa se me dibujó sola. Y tu no me viste, con el corazón apretado contra el pecho acelerado por tu causa.
Por esto, siento, que todo está bien, y que no te espero, porque nunca sé me dio bien esperar por nadie, pero te venero y hoy brindo en silencio, por el amor veraniego que habitó nuestros cuerpos despojados de arrepentimientos.